En la lumbre marchita de sus ojos,
se posaban las sombras del cielo,
sombras de objetos de la noche,
siluetas de tersos puñales,
y de sus dueños fugaces, mentira,
como las estrellas que cruzan el cielo,
para iluminar la mirada,
que apagada no está viva pero nunca...
más muerta ni más fría,
como los dueños de tersos puñales,
apuñalan la noche, solo apuñalan.
André Ulloa
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